Mi visita a los lugares avelinos

4 junio 2013

El pasado 14 de abril, un pequeño grupo de la Familia Salesiana, fuimos de peregrinación a Montilla para visitar los lugares donde vivió S. Juan de Ávila.

             Comenzamos nuestra ruta a las 10:30 h acompañados por una joven, teresa, que nos guió por toda la visita. La acogida fue muy buena y me impactó su amabilidad y, sobre todo, el amor con el que hablaba del santo. Supo transmitirnos muchos sentimientos sobre este gran hombre.

             Primero nos llevó al convento de Sta. Clara, donde el maestro de santos, predicaba a las hermanas clarisas. Por el camino nuestra guía nos hablaba sobre la vida de S. Juan de Ávila. Nos explicó que no fue fácil la vida de este hombre. Y no lo fue porque, a pesar de haber nacido en el seno de una familia acomodada, él eligió no seguir este estilo de vida. Vivió muy pobremente, incluso en la casa de sus padres. Fue un adelantado a su tiempo, y esto le costó que la Inquisición lo encarcelara durante unos dos años. Esta experiencia le sirvió para que su unión con Dios, a través de la oración, fuese más fuerte de lo que era.

             Después de salir de la cárcel, empieza su proyecto de evangelización. Se dedicaba a enseñar, a ayudar a la gente, a dar consejos, a confesar y a predicar. El núcleo de su mensaje era: Cristo resucitado, que Dios es AMOR.

             Fue un hombre apasionado por su misión (igual le pasaba a D. Bosco) y así fue dando su vida hasta que empezaron sus problemas de salud. Entonces se quedó en una humilde casita y desde allí siguió con su apostolado. En su casa llevó una vida de intensa oración (hasta 4 horas), de estudio, se dedicaba a confesar y también comenzó a escribir alguna de sus obras, además de mantener correspondencia dando consejos a muchos santos que todos conocemos: Sta. Teresa, S. Francisco de Borja, S. Juan de Dios (estos dos últimos se convirtieron después de oirlo predicar), S. Ignacio de Loyola, fray Luis de Granada, y un largo etc.

             Terminamos la visita con la Misa del peregrino, en la Basílica de S. Juan de ávila, donde se encuentran sus reliquias y tuvimos la oportunidad de acercarnos y besarlas. Me llamó la atención la cantidad de personas que se acercaron al confesonario (había 4 ó 5 sacerdotes confesando) y así poder ganar la Indulgencia Plenaria proclamada por nuestro Papa emérito, Benedicto XVI.

             Esta eucaristía la compartimos con otros grupos: matrimonios de Hogar de Nazaret, centro de transfusiones del Hospital Reina Sofía, grupo de la parroquia Sta. Victoria de Córdoba y otros más. Este momento me hizo sentir que la Iglesia es realmente UNIVERSAL.

             Al terminar la misa, nos dirigimos al colegio salesiano para compartir la comida y tener un rato de convivencia, como es habitual en nuestra familia.

             Como conclusión, me gustaría deciros, que esta visita ha supuesto para mí:

– Una experiencia fuerte de Iglesia, y

– un acercamiento a la figura de un hombre enamorado de Dios (como nuestro padre D. Bosco), desprendido (cuando sus padres murieron, repartió todo lo que tenía entre los pobres), generoso y que vivió por entero a la oración, a la predicación con gran amor al sacerdocio (por eso es el patrón de los sacerdotes) y una entrega total y desinteresada al servicio de la Iglesia. Sta. Teresa dijo de él cuando murió, que la Iglesia perdía una gran columna.

             Por todo ello, doy gracias a Dios por el nombramiento de “Doctor de la Iglesia” a S. Juan de Ávila. Esto quiere decir que sus enseñanzas son válidas para hoy y para siempre, que es un ejemplo y un estímulo para todos.

             Animo a todos a conocer su vida, a visitar estos lugares, estar donde él vivió y dejarse envolver por su espíritu y enseñanzas para así poder sentir el mismo amor de Dios que él sintió, que nos transforme y nos haga entregarnos, de la misma forma que él hizo, a nuestra misión: NUESTROS JÓVENES.

  

Inmaculada Coca.

Salesiana Cooperadora.

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