Antonio Guillaume traslada la Pasión de Cristo a cada rincón de la ciudad

22 marzo 2010

"Córdoba en primavera sólo puede ser Córdoba para la vida". Al menos es lo que ayer demostró Antonio Javier Guillaume con su pregón de la Semana Santa, en el que ofreció un magnífico recorrido por cada rincón de la ciudad, por cada lugar que las cofradías llenan con su presencia durante los días de Pasión. Con su exaltación, Guillaume dibujó la Córdoba de la Semana Santa, con todos su colores, con todas sus sensaciones, con todos sus paisajes. Su pregón fue el mejor itinerario con el que cualquier neófito en la materia podría encontrarse, ya que consiguió trasladar cada uno de los detalles y de las sensaciones que evoca la Semana Santa. Del Domingo de Ramos al Domingo de Resurrección, de la iglesia de San Lorenzo a Santa Marina, pasando por la Judería y atravesando el Guadalquivir. Todos los barrios y todas las hermandades. En un Gran Teatro con una entrada aceptable, Guillaume fue presentado por el inspector de la comunidad salesiana, Francisco Ruiz Millán, a su vez prologado por la banda María Santísima de la Esperanza.

Para Guillaume, las mañanas de Domingo de Ramos "siempre son un viaje radiante a la infancia" en las que Córdoba "irradia en sus costados su traje más azul para las procesiones de las palmas aclamando al Señor de los Reyes". De San Lorenzo, el pregonero invitó a los asistentes a "las calles diáfanas de Poniente, por donde a Córdoba se le mueren los días" para contemplar la Sagrada Cena y desde allí hasta "San Francisco a que Cristo nos enseñe a rezar". En su pregón, no se olvidó de "las oleadas de chavalería" del Prendimiento, ni tampoco de que "a la vera del Señor Coronado de Espinas, el Zumbacón repica en ofrendas de cornetas sus arrebatos de cercanía de barrio". 
 
Guillaume, hermano de la Caridad y la Oración en el Huerto, aprovechó el pregón para interpelar a la propia ciudad sobre el Rescatado. "Preguntadle a Córdoba si el Rescatado ni tiene cruces, si no camina, si se mueve" y lo vincula con la Sentencia, en San Nicolás. Un monumento, para este abogado, "a la prevaricación" y "la injusticia más flagrante en un inocente que nunca conoció la Historia". 
 
En otro pasaje de su pregón, recogió la primera de las tres caídas de Cristo camino al Gólgota. La primera de ellas en San Cayetano, desde donde "se desliza la elegancia de la Semana Santa cordobesa". Y en el Alcázar Viejo, Guillaume se reencuentra con "un aire tímido de retiro urbano que privilegia el tránsito de su Nazareno", mientras que la Señora de la Paz se puso el manto blanco para "embozar en sus brazos y despejar de llagas" a su Hijo. Tras el Naranjo, "tuvo que ser alcanzando la Catedral cuando Cristo expiró" y, según el Evangelio, "a la hora nona". "Un nazareno me convenció de que sólo pudo ser buena su muerte si ocurrió a media noche en San Hipólito", recoge el pregón, en el que Guillaume aludió a la falta de claveles para "cortejar al Cristo de la Salud" o al Cristo "vaciado sanando las llagas de Las Palmeras". "Siempre habrá en todo linaje de Córdoba un abolengo de Dolores", la Señora para quien Guillaume reconoció que "sería inútil mudar su castizo palio de estrellas". Y todo, sin olvidar las riberas del Guadalquivir y el Descendimiento, la Soledad de la Virgen, el duelo del Santo Entierro y el Domingo de la Victoria.

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