Tengo un amigo que se llama Bosco, famoso por su manía de recoger y guardar muchas cosas que los demás tiramos como inservibles, pero él las atesora por si acaso…
Fiel a sus ideas ha dedicado su vida a cuidar de algunos muchachos que otros (hasta ellos mismos) creían que no tendrían otro destino que ser “carne de cañón”, él los llama sus moritos, y ha conseguido que algunos tengan un buen futuro contra todo pronóstico.
Hasta consigo mismo ha aplicado su sistema, y cuando los demás pensamos que por su enfermedad mortal podía dejar de esforzarse, él la ha aprovechado para enseñarnos que incluso en este trance podemos y debemos ser útiles para los demás, que cada momento de esperanza y optimismo que podamos suscitar en otros será impagable.
Bosco estate tranquilo, porque hemos aprendido tu lección y ahora cuidaremos de las cosas, personas y momentos insignificantes como los tesoros que son y que antes de disfrutarte no sabíamos apreciar.