Como todos los padres saben, los niños a menudo se empeñan en hacer justamente lo contrario de lo que sus progenitores quieren. A veces, cuánto más le dices al crío que no haga algo más lo hace, pero en otras ocasiones entienden perfectamente la orden. ¿Existe una variable que determine cuando un hijo será obediente y cuando no?
Un estudio conjunto de las universidades de California, Illinois y Ontario concluye que los niños acatan las órdenes según del tipo que sean. Así, se rebelan contra aquellas normas que se «entrometen» en su «dominio personal», por ejemplo las decisiones sobre la ropa, las amistades o las actividades de ocio; mientras que aquellas que tienen que ver con la moral no parecen tener discusión. De hecho, los autores de la investigación consideran importante que los «peques» tengan cierto grado de decisión en las cuestiones más personales para fomentar su identidad propia.
La investigación, que será publicada en el número de abril de la revista «Child Development», analizó las creencias de 60 niños de entre 4 y 7 años sobre su comportamiento mediante situaciones teatralizadas en las que se les planteaban determinadas reglas, tanto de intromisión en su dominio personal («no deberías jugar con ese amigo», «no puedes tomar parte de ese juego», «no puedes llevar esa ropa); como de carácter moral («no se debe golpear o robar»).
Preservar la identidad propia
El resultado es que, en lo referente a las reglas morales, los niños señalaban que las cumplirían contentos y sin rechistar. Todo lo contrario ocurre si las normas se entrometen en su parcela personal. En este caso, los críos vaticinaron que acabarían desobedeciendo a sus padres y no se sentirían mal por ello, especialmente cuando percibían los comportamientos que les prohibían como esenciales en su sentimiento de identidad.
«Los resultados sugieren que los niños hacen distinciones importantes entre los distintos tipos de normas, cuando razonan acerca de las decisiones y las emociones», afirma Kristin Hansen Lagattuta, profesora asociada de Psicología del Centro para la Mente y Cerebro de la Universidad de California, Davis, quien dirigió el estudio. Estudios previos han demostrado que, «aunque los detalles de lo que se define como el dominio personal puede variar según el contexto cultural, el establecimiento de una zona de elección personal e íntima parece ser algo universal», añade.
«Estos resultados tienen implicaciones prácticas para los padres y educadores -asegura Lagattuta- ya que ellos intentan equilibrar la educación moral de los niños, que no consiste sólo en prohibirles cosas, sino en ayudarles a identificar situaciones en las que ellos pueden ejercer un control personal».