Cuaderno de bitácoras de una aventura inolvidable.

6 abril 2011

 los jóvenes nos gusta viajar, sentir el rápido  volar de las nubes sobre nuestras cabezas encaminándonos hacia un destino, aunque todo viaje signifique tarde o temprano un regreso si bien sólo ha supuesto despedirnos a las 5 de la mañana de nuestras respectivas familias con un “hasta luego” que sería el preludio de una gran caminata.

El frío viento ardía en nuestras mejillas al llegar a La Granja, un pequeño palacio para una gran generación. La ilusión se hacía patente en nuestros ojos de jóvenes apasionados, en cada flash de las tantísimas cámaras Nikon que recorrieron los kilómetros que se contaban bajo los pies de sus dueños, cámaras empecinadas en congelar el tiempo, las sonrisas, los paraguas rajados por el viento y los abrazos en los jardines del “pequeño Versalles”.  La historia también reflejada en Segovia, y nosotros, imaginábamos un Alcázar lleno de medievales, de reyes y reinas, pisando suelo de grandeza y mojados adoquines en las calles de insólita soledad.  Ávila fue ciudad donde el frío arremetía. Pero, sin embargo, entre los sillares de la vetusta muralla y la grandeza de las iglesias románicas pasó el frío a una cálida Salamanca, ciudad de universitarios, ciudad de Renacimiento y Barroco, ciudad de arquitectura y suvenir. Cáceres supuso el rellenar una página más de cuaderno de bitácora con sombras de un tiempo pasado de rincones mudéjares. En definitiva, una construcción de piedra destinada a ser siempre una inmortal fortaleza. Por último Mérida fue el revivir de la historia romana entre el teatro, mosaicos y lucernas.

Aunque ya se cerró el libro de la gran aventura de viajar, perdura el recuerdo que embelleció el camino, perdura en la memoria todos los nombres de quienes caminamos juntos cuatro días y que supuso la unión de ambas clases, de la personas con gustos tan dispares que dejamos de lado las diferencias y conseguimos conocernos, valorarnos, disfrutar de las muy variadas comidas que, sin duda, dieron ejemplo de la gastronomía típica de cada lugar…El camino estuvo asfaltado de las explicaciones de arte, risas en el autocar, canciones para los profesores, más de una aventura en los hoteles, fotos en todos los rincones,  y sobre todo, la memoria de un curso que ha marcado una huella imborrable en el patio del colegio.

 

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