Por La Voz de Córdoba
Córdoba, a lo largo de su devenir histórico, ha destacado por el culto al Arcángel custodio de la ciudad, San Rafael, siendo objeto de numerosas dedicaciones tanto litúrgicas, como arquitectónicas, pictóricas y escultóricas, reflejando la trascendencia de una devoción que hunde sus raíces en pleno siglo XIII, cuando Córdoba fue azotada cruelmente por la epidemia de peste.
Fue en este mismo contexto cuando, tal y como ponen de manifiesto las propias fuentes, se apareció al padre Simón de Sousa, comunicándole el deseo de que el obispo de la ciudad colocase una imagen de San Rafael encima de una torre, coincidiendo los historiadores que se trataría de la de la Catedral, naciendo una fuerte devoción por la figura del Arcángel quien cesaría con la epidemia que asolaba Córdoba en ese momento.
Tal es así que a lo largo del siglo XVIII Córdoba se inundó de imágenes del Arcángel en las plazas de la ciudad, conocidas como triunfos, constituyendo esta moda de realizar este tipo de construcciones el detonante para que la nobleza cordobesa patrocinara la política constructiva de muchos de ellos, así como el encargo de tallas devocionales, teniendo en consideración que gran parte del estamento nobiliario nutría la nómina de hermanos de la Hermandad de San Rafael. A este respecto, gran parte de estas familias nobiliarias comenzaron a concebir a San Rafael como signo familiar de su dinastía, insistiendo en el valor del Arcángel y siendo conscientes de que en ese momento se producía la eclosión de su devoción. Pero sin lugar a dudas, uno de los principales hitos vinculados a la historia de la devoción en torno a la figura de San Rafael fue el año 1578, cuando tuvo lugar la aparición del mismo al Padre Roelas, revelándose como el Arcángel a quien Dios había puesto como guardián de la ciudad, juramento que constituye hoy en día una parte esencial de la iconografía de San Rafael, siendo aprobadas dichas revelaciones por la Diócesis de Córdoba en el año 1603, momento a partir del cual el fervor religioso a San Rafael comenzó a proliferar en la ciudad. Ello justificaría la consolidación de la Hermandad de San Rafael en 1655, fruto del aumento de la devoción y culto al Arcángel Custodio, comenzándose a impulsar numerosas edificaciones, esculturas, pinturas y dedicaciones extendidas por toda la ciudad.
Es por ello que numerosas casas y ámbitos palaciegos comenzaron a estar presididos por la figura de San Rafael, entroncando precisamente con esa configuración del Arcángel Custodio de la ciudad como seña de identidad de la religiosidad popular cordobesa, integrándose en las filas de su ilustre hermandad desde el primer momento de su constitución gran parte de estas familias nobiliarias. Por tanto, teniendo en consideración que la devoción a San Rafael se encontraba patrocinada por la corporación municipal cordobesa si atendemos a las diversas fuentes de la época, promocionada igualmente por la jerarquía eclesiástica, ello evidencia el interés que mostraron los nobles por unirse a esa misión propagadora, de clara connotación política, de la devoción popular a San Rafael, encargando numerosas tallas devocionales.
Todo esto inserto en el contexto del siglo XVIII, momento en que Córdoba, en pleno florecimiento del arte barroco, comenzó a configurar la iconografía rafaelista a través de estas tallas que ya desde el siglo anterior había puesto de manifiesto el pintor Antonio del Castillo para el Ayuntamiento de Córdoba en 1652, fuente de la que bebieron numerosos artistas como el propio Alonso Gómez de Sandoval a través de los grabados, quien se encargaría de realizar numerosas imágenes de San Rafael repartidas en la actualidad por toda la ciudad, como la portentosa imagen que preside la Iglesia del Juramento. Todas ellas cristalizando la iconografía peculiar de Córdoba que representa a San Rafael con el Juramento del Padre Roelas, distando del resto en dicho atributo iconográfico que lo hace representativo de Córdoba, puesto que habitualmente a San Rafael se le representa vestido de peregrino y con un pez que rememora el pasaje bíblico del Libro de Tobías, del que extraería las vísceras que usaría más tarde para alejar al demonio Asmodeo, enamorado de Sara, y curar así la ceguera de su padre.
Aglutinando esto, y unido al bastón de peregrino aludiendo al viaje en que el Arcángel acompañó y protegió a Tobías, así como el Juramento, son los atributos propios de la iconografía cordobesa de San Rafael, como ponen de manifiesto numerosas tallas escultóricas realizadas por Sandoval como el que se conserva en la Ermita del Socorro. Conviene matizar a este respecto la puesta en valor del San Rafael que en el día de hoy, 24 de octubre 2021, se bendice en el Santuario de María Auxiliadora de Córdoba que muy posiblemente se encuentre relacionado con el círculo de este escultor. Encuentra eso su sentido y justificación teniendo en cuenta no sólo la multitud de tallas de esta índole que la nobleza patrocinó en pleno siglo XVIII, sino también tomando como ejemplo varias tallas atribuidas a este escultor que siguen el mismo patrón compositivo.
La misma guarda una clara similitud en la plasticidad y disposición de los pliegues del manto que cruza su cuerpo, además del hieratismo que caracteriza al de la Iglesia del Juramento de San Rafael o la de la Ermita del Socorro, así como el adelantamiento de la pierna derecha y las alas semidesplegadas que deriva del modelo escultórico y pictórico típico de San Rafael difundido por el arte del grabado.
Por su parte, también destacan los diferentes elementos iconográficos que portan los angelitos de la peana y que presentan una similar disposición, como el pomo alusivo a las medicinas y a la misión que San Rafael había recibido de Dios para curar a Tobit, el pez recordando haber salvado a Tobías, así como la cartela con la inscripción del Juramento que hiciese el Arcángel en su aparición, y que ha sido reconstruida con las locuciones “Yo te juro por Jesucristo Crucificado que soy Rafael a quien tiene Dios puesto por guarda de esta ciudad”, siendo señalado por su mano izquierda al igual que el de Sandoval.
Todo esto parece indicar tratarse de una talla propia del contexto de la segunda mitad del XVIII, a usanza de los muchos que presidían los oratorios o capillas de gran parte de las casas nobiliarias cordobesas formando parte de su colección privada y que en algún momento pudo ser cedida a la Congregación Salesiana en sus inicios en la ciudad de Córdoba, a la que contribuyeron algunas familias adineradas a principios del siglo XX. La talla por tanto reúne unas características que la convierten en prototipo de la iconografía cordobesa de San Rafael, habiendo sido restaurada por el escultor-imaginero Sebastián Montes, reconstruyendo algunas de las pérdidas de la imagen que permiten la óptima comprensión de su iconografía.
Javier Espejo Ramírez