El próximo viernes entre las horas de las 18.00-20.00 con la colaboración del AMPA, el Centro Juvenil DOSA en sus actividades del viernes (grupos Cristo Vive, Oratorio, Gente Joven y resto de grupos) vamos a recordar el tradicional acto del Milagro de la multiplicaciion de las Castañas que se conserva en nuestro ambiente salesiano.
tras una berve presentación en el teatro a las 17.00 y un conjunto de actividades dinamizadas por el equipo de animadores, podrá disfrutar de una tarde agradable y de un calentito puñado de castañas.
El año 1849, el domingo siguiente a la Fiesta de Todos los Santos, Don Bosco, después de hacer en la capilla su reflexión de todo lo que había hecho durante el día, acompañó a algunos de los muchachos del Oratorio a visitar el cementerio para rezar por el alma de los difuntos. A los que lo acompañaban, y a los que se quedaron en Valdocco esperándole, les había prometido castañas a su regreso.
Mama Margarita había comprado tras sacos de castañas, pensando que su hijo Juan no necesitaría más que unas pocas para divertir a los muchachos. Así que puso a cocer únicamente dos o tres casos.
José Buzzetti, siempre atento para que todo lo que decía Don Bosco saliera bien, se adelantó al grupo de muchachos, entró en la cocina, vio que hervía una olla pequeña y se lamentó con la Mamá de que no había bastantes castañas para todos. Pero ya no se podía remediar la equivocación.
Don Bosco, creído de que su madre había cocinado todas las castañas compradas, llenaba de Buzetti, al ver que daba demasiadas a cada uno, le gritó: ¿Qué hace usted, Don Bosco? No tenemos para todos. Si sigue dando así, no llegan ni para la mitad.
– Sí que habrá, hemos comprado tres sacos y mi madre las ha cocinado todas.
– No, Don Bosco, no… ¡Sólo hay éstas, sólo éstas!
Y continuó dando a los demás la misma cantidad que a los primeros. Buzzetti movía la cabeza y miraba a don Bosco hasta que por fin no quedaron en el canasto más castañas que para dos o tres raciones. Sólo una tercera parte de los muchachos habían recibido sus castañas y eran más de seiscientos. A los gritos de alegría sucedió un momento de silencio y de ansiedad cuando los más próximos se dieron cuenta de que el cesto estaba vacío.
Entonces don Bosco, creyendo que su madre había guardado las otras castañas por razón de economía, corrió a buscarlas. Pero vio con sorpresa que en vez de la olla grande, había utilizado una pequeña. ¿Qué hacer? Sin perder la calma, dijo:
– Se las he prometido a mis muchachos y no quiero fallar a mi palabra.
Tomó un cazo grande, lo llenó de castañas y siguió repartiendo las pocas que quedaban.
Aquí empezaron las maravillas. Buzzetti estaba fuera de sí. Don Bosco hundía el cazo en el canasto y lo sacaba a rebosar. ¡La cantidad que había en el canasto parece que no disminuía! Y no fueron dos o tres, sino cerca de cuatrocientos los que recibieron castañas para saciarse.