Durante el Adviento nos preparamos para recibir a nuestro Dios que hecho hombre habita entre nosotros. Puede que alguno no sepa cómo preparar esta venida, porque piense que hay que hacer algo extraordinario y novedoso. Y no, no es así. La preparación es sencilla e importante. Nuestra relación con Dios tiene que parecerse mucho a lo que son las relaciones con las personas que nos rodean, pues nosotros humanos no podemos hacerlo de otra manera.
Con la venida y presencia del Niño-Dios pasa algo parecido a lo que vive una familia, la cual siendo amiga de otra quiere crecer en esa amistad y se decide a ir a donde viven sus amigos. ¿Os imagináis que la otra familia, una vez que se lo hayan dicho, se organizara para irse ellos fuera en lugar de esperarlos? Si hicieran así, diríamos que no son amigos o que esa amistad está casi muerta. Por el contrario, si conociendo que van a venir preparan la casa, piensan en lo que les gusta y buscan algún detalle que les haga patente lo que los quieren y lo mucho que se alegran por su visita, están demostrando que son verdaderos amigos.
Así es como debemos actuar en el Adviento. Hemos de programar nuestra agenda y nuestro horario para recibir al Señor que viene para estar con nosotros. Tenemos que esforzarnos por hacer las obras buenas que él hizo mientras vivía con sus paisanos. Y hemos de reservar un tiempo para pasarlo con Él, estar juntos un ratito más.
Él se encuentra de manera especial en los sacramentos y en el templo. Allí fue donde lo encontraron María Y José.
Todavía nos quedan algunos día para preparar su visita y tras recibirlo vivir conscientes de que «Dios está con nosotros».
¿Cuánto tiempo reservas para estar con Él?
¡Feliz Navidad! Andrés González, Director